viernes, 6 de abril de 2012

el saxo


Te tuve sin darme cuenta. Eras una sensación. Escuchabas. Mi voz tenía cuerpo y mi cuerpo consistencia. Un día perdí tu saxo y mis vestidos se ajaron. Cai hasta lo más bajo. Caminaron en mi cuerpo. Quedé al final de la fila en aquel bodegón oscuro. A nadie le importaba que yo lo hubiera perdido, sólo a aquel hombre que, a pura voz cantaba, entonando una canción triste que penetró en mis venas. Un hilo de fino oro me mantuvo viva, haciéndome comprender lo que ni tu comprendías: que sin ley no hay nada y que, al menos, con ella, persisto, buscando tu voz en las voces de los que no son escuchados.