lunes, 27 de abril de 2015

Infinito movimiento

Estar en constante movimiento sin poder anclar en un sentido es, respecto a la angustia, un desafío. Sin embargo parece también que a cada instante se abre una esperanza. Una esperanza que pronto vuelve a caer. No queda nada, hay un instante de nada, de la nada misma. La angustia sabe que es sólo transición. Entonces todo sigue, nada se derrumba, todavía hay vida. Eso es vivir para mí hoy. Es un sentir diferente a otros momentos pasados de una vida que, creía, era mía.

Hoy leí que Borges iba a una librería con su madre, ya en 1955, se dirigía hacia las estanterías, recorría el lomo de los libros, reconociéndolos, luego sacaba uno y hablaba de él. Digo, siempre hay alguna posibilidad en un instante.

¨ Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.¨  (La casa de Asterión, J. L. Borges)

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